#VonBeauty: El Brinco A Mi Infancia
Debo reconocer que cuando crecí, el estilo de mi casa era bastante austero. Colores neutros, estilos serios, se hablaba poco de Barbies, diamantinas, rosa metálico, brillos o cosas demasiado estridentes. Bueno, disfraces de princesa ¡jamás! (¡obvio sí llegué a tener Barbies, pero era más bien del tipo tenista, o sea, “bye pink!”). Y no crean que mis papás eran unos amargados, mi cuarto tenía nubecitas y rayitas y eso… pero en fin no me desviaré. El punto es que mientras pasaron los años yo veía esas cosas como lo máximo, todo lo metálico, el rosa, morado, dorado, ¡era mi wow!
Digamos que de chiquita aprendí a amar en medio secreto esos estilos flashy de lentejuela y todo lo que las acompaña. Claro, a los 11 o 12 años (ya no me acuerdo) empecé a tener total libertad sobre mis gustos y mi arreglo personal y ahí es donde empezó todo. Me puse a comprar mis primeras cosas de maquillaje, es más, todavía me acuerdo perfecto: una máscara de gel transparente (ideal para los hombres que hoy se maquillan), un blush rosita y un delineador café de The Body Shop y me sentía soñada.
Luego llegaron los “dosmiles” y bueno… la brillantina y yo nos empezamos a llevar increíble, todavía tengo en mi mente grabado el momento en el que fui a mi primer antro y llevaba esos geles con diamantina desde el pelo hasta el escote, wet look hecho con grenetina (OMG), y básicamente yo, en esfera de Navidad. Y así sin pensarlo empecé a formar mi estilo de beauty súper girly. Por ahí de 2004 Paris Hilton era todo un ícono de estilo (¿quién lo diría hoy en día?), y de igual manera seguí con mis traumas infantiles buscando todo eso que se pareciera a una princesa + Barbie = Paris. Entonces conocí el famosísimo bronzer, la pestaña postiza, las extensiones, la tenaza y el lipstick rosa bebé con brillitos. La verdad debo de confesar que usaba todos esos productos de la peor manera, aunque todos son un must hoy en día, pero el tema era cómo los aplicaba. Si quieren una referencia más descriptiva de mí en esas épocas, era: polvo bronceador por toda la cara (con una clara diferencia entre el cuello y la cara, y mini brillitos dorados hasta en la frente), extensiones casi hasta el ombligo, seis capas de brillo en la boca y pa’ rematar un día llegué hasta con tiara (y no, no era para una fiesta de Halloween).
Hoy en día algunas de esas tendencias volvieron o se convirtieron en un clásico, pero con otra aplicación completamente. El bronzer, con sólo poquito producto para crear profundidad en la cara (mezclado con un poco de iluminador) , extensiones o cortinas más o menos de tu mismo largo para crear volumen, el labial rosa bebé (o cualquier tono de rosa) en moderación, las pestañas sólo para un súper evento o fotos, la tenaza para crear una onda natural y relajada y el famosísimo glitter en una presentación de diamantina híper delgadita para los párpados e incluso un poco en las mejillas para complementar el iluminador.
Así que seguí mi sueño de princesa y desarrollé un estilo muy natural y girly, pero como todo debe de ser en la vida, con moderación. (Espero que no vea mis fotos en 10 años y piense lo mismo que hoy pienso de mí hace otros 10 #lol). ¡Seguro sí! Diré, ¿por qué me pintaba tanto la ceja y usaba lipstick azul? Pero mientras… así me gusta. Cuéntenme de que les gustaría que hablemos en esta columna de belleza. ¿Que tendencias locas te gustaría discutir? ¿Nuestros #BeautyLooks de OSO del pasado? ¿Anécdotas del largo camino para amarnos a nosotras mismas? Déjenme sus sugerencias en los comentarios, que emoción interactuar por aquí. ¡Y nos leemos el próximo mes BeautyJunkies!
– Dani Von Wobeser (@dvonwobeser)
Imágenes: Autora
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